¿Te sientes estremecer cuando se mencionada la palabra “muerte”? ¿Es tu primera reacción dejar de leer? Si es así, éste es un indicador de que tú, en particular, necesitas prestar atención a este mensaje. En nuestra cultura contemporánea, ha habido un esfuerzo inadvertido para eliminar cualquier cosa que pudiera ser inquietante o dolorosa relacionada al concepto de la muerte. De manera tal que ya no hablamos de cementerios y en vez de ello usamos palabras como “el jardín de los recuerdos”. Cuando el cuerpo de una persona muerta se presenta en una funeraria, antes del entierro, se hace todo lo posible por minimizar los cambios que hayan sucedido a causa de la muerte.
Sigo creyendo que es importante no permitirnos olvidar un hecho simple, objetivo e inmutable: la muerte es real y no es placentera. Es cruel y dolorosa. Cualquier perspectiva de la vida que no acepte este hecho es engañosa e irreal. Cualquier filosofía o religión que no tenga una respuesta redentora a esta cruda realidad respecto de la muerte es inadecuada para satisfacer las necesidades de la humanidad. Lo que distingue la fe cristiana de otras religiones y filosofías es que esta tiene una respuesta positiva y probada respecto de la muerte.
Cuando la medicina moderna detecta un problema físico busca proveer tres declaraciones: el diagnóstico, el pronóstico y el remedio. El diagnóstico revela la causa, el pronóstico predice el curso que la enfermedad tomará y el remedio, por supuesto, es la respuesta a tal enfermedad. Cuando encaramos el tema de la enfermedad la Biblia nos presenta estos tres aspectos. El diagnóstico es definido de manera muy simple en la Escritura: “Por tanto, como el pecado entró en el mundo por un hombre, y por el pecado la muerte, así la muerte pasó a todos los hombres, por cuanto todos pecaron.” (Romanos 5:12 RVA 60)
Luego entonces, la muerte llego por medio del pecado. Sí no hubiera habido pecado, no hubiese existido la muerte. Sin embargo, en virtud a que todos hemos pecado, la muerte afecta a todos los hombres. En su pronóstico, la Biblia señala que la muerte se presenta en tres etapas sucesivas. La primera es la muerte espiritual. Dios le dijo a Adán y le advirtió del árbol de la ciencia del bien y el mal: “más del árbol de la ciencia del bien y del mal no comerás; porque el día que de él comieres, ciertamente morirás.” (Génesis 2:17 RVA 60).
Dios le dijo a Adán “porque el día que de él comieres, ciertamente morirás.” Así como entendemos la muerte, Adán vivió 900 años o más. Aunque, desde el momento mismo en que pecó fue separado o alejado de una vida con Dios.
A partir de ese momento él murió espiritualmente.
En Efesios 2:1, Pablo le recuerda a los cristianos en Éfeso cual era su condición espiritual antes de que conocieran a Cristo: “Y él te dio vida, cuando estaban muertos en sus transgresiones y pecados.” (RVA 60, énfasis añadido).
Pablo no estaba hablando de una muerte física sino de una muerte espiritual – una separación de Dios. Una vez que el espíritu del hombre fue cortado de Dios por causa del pecado, su vida en lo físico fue como la de una batería que no pudo ser recargada. Siguió funcionando por un tiempo pero sin embargo se consumió en su totalidad.
La segunda fase es la muerte física. Esta es la que en realidad llamamos “muerte” – el alma se separa del cuerpo. Hay un resultado visible en la condición del cuerpo. Este comienza a descomponerse. Con todo, la condición del alma permanece sin cambios.
La tercera fase es la que la Biblia llama “la segunda muerte.” Esto es algo que se sabe solo a través de la revelación de las escrituras: “Esta es la muerte segunda. Y el que no se halló inscrito en el libro de la vida fue lanzado al lago de fuego.” (Apocalipsis 20:14-15 RVA 60)
Conforme analizamos esta imagen vemos dos elementos importantes. Primero, esta segunda muerte es concluyente, es eterna y nos destierra irrevocablemente de la presencia de Dios. A partir de la segunda muerte no hay marcha atrás. En segundo lugar, no hay un cese de la consciencia, pues no existe tal cosa. La personalidad permanece consciente tanto en esta vida como en la postrera. Nunca escaparemos de nuestra propia consciencia.
El remedio para la muerte es, por supuesto, Jesús, quien vino a vengar nuestra muerte de las manos de Satanás. Él lo hizo al llevar nuestra muerte sobre si mismo, al pagar por nuestro castigo. De esta manera, nos liberó del temor a la muerte.
Juan 10 dice que Satanás es el ladrón que vino a robar. Sin embargo Jesús dijo, “yo he venido para que tengan vida, y para que la tengan en abundancia.” De esta manera Jesús restauró nuestra herencia. Nuestra relación con Jesús nos hace agradable y acepto a Dios. La condenación se va. El temor se esfuma. Podemos afirmar conjuntamente con el apóstol Juan, “las tinieblas van pasando, y la luz verdadera ya alumbra.” (1 Juan 2:8 RVA 60).
¿Cómo hizo esto?
Toda la revelación de la Escritura está centrada en la expiación, el sacrificio y muerte de Jesús en la cruz y su resurrección triunfal. La expiación restaura el favor de Dios al pecador. Es una reconciliación y unión total.
Una clara imagen que demuestra el lugar que ocupa la expiación en el mensaje total del Evangelio es la de una rueda. En una rueda común, existen tres secciones: la llanta exterior, los rayos y el eje. En este ejemplo, la llanta exterior representa la provisión total de Dios en cada aspecto de nuestras vidas, espiritual, física y materialmente, a través del tiempo y la eternidad. La provisión total de Dios a través del Evangelio es como esa circunferencia integral de la llanta. Lo cubre todo.
Los rayos que soportan la llanta exterior son las vías por las cuales Dios trae provisión. Un rayo seria el perdón que nos da la paz, otro seria la sanidad que nos da salud, otra la liberación que nos da libertad y otra sería la santificación que nos santifica. De esa manera, los rayos soportan el arco exterior que es la provisión de Dios.
El eje, el centro mismo, es la expiación. Los rayos descansan en el eje. Sin el eje no hay nada que los soporte. Asimismo, a través del eje viene el poder de conducción que hace girar la rueda. La expiación es el eje del que depende todo lo demás, a través del cual el poder de la vida cristiana es suministrado. Hebreos 2:9 lo aclara aún más: Pero vemos a aquel que fue hecho un poco menor que los ángeles, a Jesús, coronado de gloria y de honra, a causa del padecimiento de la muerte, para que por la gracia de Dios gustase la muerte por todos. (RV60)
Observa la última frase: “para que por la gracia de Dios gustase la muerte por todos.” Probó nuestra muerte, Él tomó nuestro lugar. Para que lo que merecíamos recayera sobre Él. Nuevamente, esto se declara en Isaías 53:6
Todos andábamos perdidos, como ovejas; cada uno seguía su propio camino, pero el SEÑOR hizo recaer sobre Él la iniquidad de todos nosotros. (NVI)
La palabra que es traducida como iniquidad también tiene la connotación de “rebelión”. La rebelión de toda la raza humana es condensada en esta frase. Cada uno seguía su propio camino. Pero cuando Jesús fue colgado en la cruz todas nuestras rebeliones fueron depositadas sobre Él.
Y así, al estar colgado allí, sobre Él cayó todas las consecuencias de nuestra rebelión: las enfermedades, el rechazo, el dolor, la agonía y finalmente la muerte. Aunque, Él no murió para si mismo, Él murió nuestra muerte. Él probó la muerte por nosotros.
La Resurrección
El evento más grande de toda la historia es la resurrección de Jesucristo. Es la médula del mensaje cristiano. Sin la resurrección no hay mensaje cristiano. Todo gira alrededor de la muerte y resurrección de Jesucristo. El Evangelio de Jesucristo consiste en tres sencillos hechos históricos, eventos que justamente tuvieron lugar en la historia de la humanidad y fueron confirmados por muchos testigos confiables. En 1 de Corintios 15:1-4, Pablo se estableció como uno de esos testigos confiables.
Además os declaro, hermanos, el evangelio que os he predicado, el cual también recibisteis, en el cual también perseveráis; por el cual asimismo, si retenéis la palabra que os he predicado, sois salvos, si no creísteis en vano. Porque primeramente os he enseñado lo que asimismo recibí: Que Cristo murió por nuestros pecados, conforme a las Escrituras; y que fue sepultado, y que resucitó al tercer día, conforme a las Escrituras. (RVA 60)
Pablo delimitó el Evangelio que predicó: el evangelio que es esencial para creer para la salvación. Este se centra, primero que nada, en la persona de Cristo. En segundo lugar, se centra en tres grandes hechos históricos que se relacionan a Jesucristo. Que murió, fue sepultado y que resucitó al tercer día.
Guarda estos hechos en tu corazón. Pablo dice, “Estos son los hechos por los que eres salvo, a menos que hayas creído en vano”. Pablo está diciendo que sí, en algún momento, se apartaran de estos principios básicos por otro tipo de teorías religiosas, fantasías o experiencias subjetivas, entonces ellos habrían creído en vano. Y esta misma verdad se aplica para ti y para mí.
Pablo nos presentó dos confirmaciones de estos hechos históricos. Primero, que son atestiguados por Las Escrituras proféticas del Antiguo Testamento. Segundo, que son confirmados por el testimonio de muchos testigos confiables.
La primera confirmación de estos hechos son los escritos proféticos del Antiguo Testamento. El Nuevo Testamento enfatiza reiteradamente que los escritos proféticos del Antiguo Testamento tenían que ser cumplidos, que ninguno de ellos podía fallar. Este tema se entreteje a través de todo el Nuevo Testamento, por medio de la vida de Jesús y de las subsecuentes actividades de los apóstoles y de la iglesia primitiva.
No sólo se había anunciado la resurrección en el Antiguo Testamento sino que Jesús profetizó notoriamente su propia resurrección ya que Él estaba familiarizado con los escritos de los profetas del Antiguo Testamento.
La segunda fuente de confirmación es el testimonio de muchos testigos confiables que vieron a Jesús y sus seguidores con Él después que resucitó de la muerte. Entonces existen tres hechos: Cristo murió. Fue sepultado. Resucitó. Además tenemos dos fuentes de confirmación: Las proféticas Escrituras del Antiguo Testamento y el testimonio de muchos testigos confiables.
Permítame agregar cinco datos adicionales relacionados a la resurrección para afirmar su validez:
• Fue atestiguado por un gran número de testigos confiables, y en mayor representación de los que son requeridos para decretar un hecho legalmente.
• Produjo un cambio dramático y permanente en aquellos testigos, por el cual no existe una explicación alterna y satisfactoria.
• El mantener su testimonio les costó la vida a muchos de estos testigos. No había nada material que pudieran obtener de ello.
• Esto ha producido un cambio radical en el curso de la historia. La historia nunca será la misma y no existe una explicación satisfactoria y alterna para ese cambio.
• El Cristo resucitado continúa revelándose como un ser vivo y personal a millones- incluyéndome a mí.
Una noche en 1941, mientras servía como soldado en la Armada Británica, tuve una revelación directa y personal de Jesús. No era un religioso radical. No era una persona que buscaba algo especial, llamativo o fuera de lo ordinario. En ese momento, no había nada inusual en mi psicología. Aun así Jesús se me manifestó tan genuina y personalmente que, desde ese momento en adelante, no he sido capaz de dudar de que EL vive. Su sacrificio en la cruz, y su subsiguiente resurrección, me ha provisto el remedio contra la muerte. Y El puede hacer lo mismo por ti.
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