Octubre 25, Nuestro abogado

 

 

 

Mantengamos firme nuestra confesión.

 

Jesús es el "Sumo Sacerdote de nuestra confesión" (Hebreos 3:1). Nuestra confesión alista a Jesús como nuestro Sumo Sacerdote, pero lo opuesto, desafortunadamente, también es verdad. Si no hacemos la confesión, no tenemos Sumo Sacerdote. No es que Jesús haya cesado de ser nuestro Sumo Sacerdote, sino que nosotros no le damos la oportunidad de ministrar como nuestro Sumo Sacerdote.

Él es el Sumo Sacerdote de nuestra confesión. Si proclamamos lo correcto con nuestra boca en fe, conforme a las Escrituras, entonces Jesús se ha comprometido eternamente de que nunca seamos avergonzados, de que siempre experimentaremos lo que confesamos. Pero si no declaramos lo correcto, entonces, silenciamos los labios de nuestro Sumo Sacerdote. Él no tiene nada que decir a nuestro favor en el cielo.

Jesús es también llamado nuestro "abogado" (1 Juan 2:1). La palabra abogado es similar a la palabra moderna defensor. Jesús es el experto legal que está allí para defender nuestro caso en el cielo. Él nunca ha perdido un caso. Pero si no hacemos una confesión, Él no tiene un caso para defender, por lo que el caso va a ser sancionado en contra nuestro por incumplimiento.

Podemos ver lo importante que es la confesión; por lo tanto, es muy importante que pongamos atención a este tercer pasaje de Hebreos: "Por tanto… retengamos nuestra confesión" (Hebreos 4:14). Este principio de la confesión correcta tiene un papel central en Evangelio, así como en nuestra experiencia de salvación. En verdad, no hay salvación sin la confesión correcta.

 

Gracias Jesús, que Tú eres el Sumo Sacerdote de nuestra confesión. Proclamo mientras que con mi boca declaro en fe conforme a las Escrituras, Jesús se ha comprometido eternamente a que no sea avergonzado y experimente lo que confieso. Mantendré firme mi confesión. Amén.

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