Octubre 23, Confesando lo correcto

 

Mantengamos firme nuestra confesión.

 

Quiero ilustrar esto con un libro que leí hace poco y que me impresionó profundamente. Se titula Sin temor del mal. Es la historia de un denegado judío y cómo fue tratado en la Unión Soviética, y cómo finalmente salió. Se llamaba Natan Sharansky. Él no era cristiano pero la KGB, la policía secreta de la Unión Soviética, lo arrestó y lo sometió a nueve años de sufrimiento. Mientras leía esta historia entendí algo. Vi en la KGB la demostración más gráfica de Satanás y sus tácticas. Es decir, era como la personificación de Satanás. Vi en Natan Sharansky la estrategia para vencer. Él era un jugador de ajedrez, un jugador de ajedrez extremadamente calificado. Él había resuelto que trataría a la KGB como un oponente de ajedrez y que él iba siempre a hacer una movida más adelante que ellos.

Como digo, él no tenía una fe real en un Dios personal, pero tenía en algún lugar como judío la imagen general de Dios, tal vez. Casi todas las oraciones judías empiezan con “O Señor, nuestro Dios, rey del universo”. Y así, él aprendía por su cuenta el hebreo y decidió que escribiría una oración en hebreo que pudiera repetir cada vez que la necesitara. Escribió esta oración en hebreo en la que le pedía a Dios que lo acompañara, que protegiera a su familia y que lo llevara a salvo de vuelta a la tierra de Israel. Era una oración que duraba más o menos un minuto. Y siempre que estaba bajo presión, por ejemplo, si iba de camino a ser examinado, cuestionado o interrogado, repetía la oración tal vez un par de veces entre la celda y el cuarto de interrogatorios. Como dije, él estuvo allí nueve años. Yo calculo que tal vez él repitió esa oración un promedio de diez veces al día, que es unas 3.560 veces al año. Lo cual en nueve años se convierte aproximadamente en 30.000 veces. Quiero preguntar a ustedes cristianos, ¿cuántos de ustedes se mantendrían orando 30.000 veces?

El único propósito de la KGB resumido en una frase era forzarlo a hacer la confesión equivocada. Si él decía soy culpable, he sido un traidor, lo hubieran liberado y dejado ir. Pero él se negó a hacerlo. Y la batalla prosiguió con furia durante nueve años en torno a su confesión. Al hacer la confesión correcta y repetir la oración correcta, aún sin ser creyente—y había muchas personas orando por él—al fin ganó. Salió completamente victorioso; al final él pudo emigrar y está hoy en Jerusalén.

Cuánto me impresionaron las tácticas de Satanás. Él usó toda clase de presión, toda clase de provocación. Él usaría cualquier mentira, todo lo que sea posible. Tiene un solo propósito. ¿Cuál es? Llevarlo a hacer la confesión incorrecta. Sin embargo, le podemos derrotar manteniendo la confesión correcta.

 

Gracias Jesús, que Tú eres el Sumo Sacerdote de nuestra confesión. Proclamo que derrotamos a nuestro enemigo manteniendo la confesión correcta. Mantendré firme mi confesión. Amén.

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