Noviembre 01, Acercarnos confiadamente
Acerquémonos con confianza al trono de la gracia.
Nos acercamos con confianza al trono de Dios porque es un trono de gracia. No venimos en base a nuestros méritos, sino que venimos en el nombre de Jesús, con alabanza y agradecimiento, sin condenación. Nos acercamos con confianza porque Dios nos ha invitado a venir. El autor de Hebreos escribió:"Así que, hermanos, mediante la sangre de Jesús, tenemos plena libertad (valor/confianza,) para entrar en el Lugar Santísimo" (Hebreos 10:19 NIV).
Cuando oramos a Dios, nunca debemos acercarnos a Él con condenación. La condenación es uno de los grandes enemigos para que la oración sea contestada. Y la fuente principal de la condenación es un deseo que se tiene por justificación propia. Si sentimos que debemos justificarnos, nunca quedaremos satisfechos.
Tiene que llegar a tal punto donde se deja de lado todo intento para justificarnos a nosotros mismos y simplemente decir, "Recibo por fe la justificación, que de acuerdo con la Palabra de Dios se me fue atribuida por mi fe en Jesucristo. No haré alarde de mis buenas obras ni me castigaré por mis malas acciones. Vendré confiadamente porque me acerco a un trono de gracia. No examinaré ni analizaré mi propio corazón en cada momento para determinar si soy lo suficientemente bueno. Confiaré en Dios y en la sangre de Jesús que me ha limpiado de todo pecado. Y entraré confiadamente al trono, directo al Lugar más Sagrado que Todos". Esa es una manera gloriosa de tener acceso.
Dice la Escritura: "Acerquémonos, pues, a Dios con corazón sincero, y con la plena seguridad que da la fe, interiormente purificados de una conciencia culpable" (Hebreos 10:22). Una mala conciencia nos impedirá tener una oración exitosa. Debemos permitir que la sangre de Jesús sea aplicada a nuestro corazón y recibir con plena certeza el hecho de que somos perdonados, limpiados por lo que Jesús ha hecho y luego venir confiadamente a la presencia de Dios Todopoderoso.
Gracias Señor, que puedo venir a Ti confiadamente. Proclamo que la sangre de Jesús me ha limpiado de todo pecado, y vengo confiadamente al trono, directo al Lugar más Sagrado que todos. Me acercaré al trono de la gracia. Amén.
