Mayo 14, Liberado de la vergüenza
Jesús llevó nuestra vergüenza para que compartamos Su gloria.
La vergüenza es una emoción fea y cruel, y la encontramos aún entre cristianos. Muchas veces es el resultado de abuso sexual o abuso emocional, o por haber recibido burlas en la escuela. Una vez leí una historia sobre un director de una escuela, que señaló a un muchacho y le dijo que se pusiera de pie, luego dirigiéndose a toda la clase dijo: "Todos ustedes han aprobado sus exámenes, menos él". ¿Qué pudo haber sentido ese joven, sino otra cosa más vergüenza? Muchas experiencias de la infancia pudieron ser causa de vergüenza. Aquellas que sucedieron mucho tiempo atrás a veces son las más difíciles de enfrentar. El primero que llegó es a menudo el último en salir.
Tal vez la fuente más común de vergüenza en nuestra civilización Occidental es el abuso sexual (incluso por cristianos profesos). En este aspecto, he enfrentado ese problema tantas veces, y en numerosas víctimas. Sólo cuando vienen a la cruz son liberados de esa vergüenza.
Esta declaración profética describe lo que Jesús hizo por nosotros:
Jehová el Señor me abrió el oído, y yo (Jesús) no fui rebelde, ni me volví atrás. Di mi espalda a los heridores, y mis mejillas a los que me mesaban la barba; no escondí mi rostro de injurias y de esputos. (Isaías 50:5-6)
Jesús dijo, "Di mi espalda". Él pudo haberse salvado; pudo haber llamado a doce legiones de ángeles para que le rescataran. (Vea Mateo 26:53). Pero no lo hizo. Él dio Su espalda. Las imágenes que vemos de los azotes que le dieron a Jesús tienen muy poco que ver con nuestra realidad conocida. Fue una escena horrenda porque Él fue azotado con un látigo que tenía pequeñas piezas de metal o huesos incrustados en sus correas. Cuando caían sobre el cuerpo de un hombre, desgarraban la piel y exponían su carne. Eso fue lo que Jesús soportó por nosotros. Y Él no escondió su rostro de las injurias y los esputos. En la cruz, Jesús llevó nuestra vergüenza.
Gracias Jesús por tu obra en la cruz. Proclamo que, en la cruz, Jesús me liberó de la vergüenza, porque Él llevó mi vergüenza para que yo comparta Su gloria. Amén.