El timón del cuerpo
Santiago 3:4–5
Mirad también las naves; aunque tan grandes, y llevadas de impetuosos vientos, son gobernadas con un muy pequeño timón por donde el que las gobierna quiere. Así también la lengua es un miembro pequeño.
¿Comprende la analogía? El timón es para la nave lo que la lengua es para el cuerpo y la vida humana. No se necesita ser un experto en navegación para saber que el hombre que está a cargo del timón dirige el rumbo del barco. Si es un buen hombre el que tiene en sus manos el timón, el barco tendrá un viaje seguro y llegará al puerto a salvo. Pero si es un mal hombre quien está a cargo del timón, y no sabe lo que hace, es probable que el barco naufrague.
Nuestras vidas también funcionan de esa manera. Si la fuerza correcta tiene el control de nuestra lengua, tendremos un viaje exitoso por la vida y llegaremos seguros a nuestro destino. Pero si hay una fuerza equivocada que tiene el control de nuestra lengua es probable que naufraguemos. Tenga bien presente que la manera como usted usa su lengua determinará el rumbo de su vida. Tome la determinación de hablar siempre de manera positiva: expresar fe y confianza en lugar de duda y temor, ser sincero y no exagerar, decir la verdad y hablar de los demás como le gustaría que otros hablen de usted. Porque las palabras también son semillas. Si usted siembra palabras de amargura y crítica, las cosechará a su tiempo y con creces en su propia vida.
Recuerde siempre manejar con sumo cuidado ese timón que dirige su barco, que es su lengua. Pídale a Dios que le ayude a usarla bien.