Diciembre 27, Alabanza contagiosa
Ofrezcamos continuamente sacrificio de alabanza a Dios.
Vamos a mirar al ejemplo del Rey David en el Salmo 34. La introducción a este Salmo dice, "Salmo de David cuando se fingió loco delante de Abimelec, quien lo echó, y él se fue" (LBLA) En ese momento de su vida, David era un fugitivo de su propio país. El Rey Saúl estaba tratando de matarlo, por lo que David tuvo que dejar su entorno familiar.
Él fue a refugiarse a la corte de un rey gentil, pero el rey sospechó que él podría ser un enemigo. Para salvar su propia vida, se fingió demente. El libro histórico de 1 Samuel nos dice que David escribía garabatos en las puertas de la entrada y dejaba que su saliva le corriera por la barba. (Vea 1 Samuel 21:10-15). Esa era la situación. ¿Pero cuál fue la reacción de David?
Bendeciré al Señor en todo tiempo; continuamente estará su alabanza en mi boca. En el Señor se gloriará mi alma; lo oirán los humildes y se regocijarán. Engrandeced al Señor conmigo, y exaltemos a una Su nombre. (Salmo 34:1-3 LBLA)
Justo allí, en medio de una terrible situación, con su vida pendiente de un hilo y la vergüenza de tener que fingirse demente, David alabó al Señor. Ese es el sacrificio de alabanza. Cuando él estaba en su peor momento, David decidió continuar enorgulleciéndose en el Señor. Cuando ya no había nada más de que enorgullecerse, él decidió enorgullecerse en el Señor.
Luego, David continuó, "Engrandeced al Señor conmigo, y exaltemos a una Su nombre". La alabanza es contagiosa. Si aprendemos a alabar a Dios de esta manera, otros se unirán. Pero la queja es contagiosa también. Si nos quejamos, atraeremos a otros acompañantes gruñones. Debemos aprender a ofrecer el sacrificio de alabanza a Dios continuamente.
Gracias Señor. Te alabo. Proclamo que independientemente de mis circunstancias, ofreceré a Dios el sacrificio de alabanza, enorgulleciéndome en el Señor. Ofreceré continuamente un sacrificio de alabanza. Amén.
