Alabanza continua
Salmo 34:1-3
Bendeciré a Jehová en todo tiempo; su alabanza estará de continuo en mi boca. En Jehová se gloriará mi alma; lo oirán los mansos, y se alegrarán. Engrandeced a Jehová conmigo, y exaltemos a una su nombre.
Esta es una declaración maravillosa que nace de los labios de un hombre en cualquier momento de su vida: “Bendeciré a Jehová en todo tiempo; su alabanza estará de continuo en mi boca”.
Sin embargo, es aún más especial cuando leemos la introducción del salmo. Allí dice que cuando David escribió estas palabras se fingía loco ante el rey Abimelec, quien lo mandó lejos. La vida de David corría verdadero peligro. Se hallaba en la corte de un rey gentil cuyo origen mismo le hacía enemigo natural de Israel, el pueblo de David. David había tenido que huir allí por causa de Saúl, el rey de su propio pueblo. Era fugitivo de su propio pueblo, un fugitivo en la corte de un rey pagano que podría haberle quitado la vida en cualquier momento, y para preservar su vida tuvo que fingir locura para parecer insignificante a los ojos de ese rey gentil. En esa situación, David dijo: “Bendeciré a Jehová en todo tiempo; su alabanza estará de continuo en mi boca”. Quiero decirle que no hay circunstancia bajo la cual no sea apropiado alabar al Señor.
Veamos lo que dice David en el tercer versículo: “Engrandeced a Jehová conmigo, y exaltemos a una su nombre”. Permítame dejarle con esta palabra: Engrandezca al Señor conmigo y exaltemos a una su nombre.
